lunes, 31 de mayo de 2010

Delmira Agustini

Nació en Montevideo, el 24 de octubre de 1886. Desde temprana edad mostró aptitudes intelectuales poco comunes. Estudió música, pintura, francés, y escribió sus primeros poemas a los 10 años.

Delmira Agustini
“La Nena”, como era llamada en el ámbito familiar, fue la más destacada poetisa del modernismo. Formó parte de la generación de 1900, junto con prestigiosos poetas, como Leopoldo Lugones y Rubén Darío. Este último en “Pórtico”, la proclama como “la única, desde la Santa, en expresarse como mujer”, comparándola con Santa Teresa.

Bregó por conseguir la igualdad entre los sexos. Expresó sus sentimientos en poesías eróticas, sensuales y feministas, que estuvieron alejadas de la vulgaridad y muy cercanas a la perfección.


Influyó en su obra, su estrepitosa vida sentimental junto a Enrique Reyes, pareja con la cual, tras su divorcio, vivió un drama pasional, que culminó con el asesinato de la poetisa y el suicidio de su amante, y causante de su muerte, el 6 de julio de 1914.

Podemos destacar entre sus creaciones, “El libro blanco” de 1907, típica obra modernista, donde comienza a plasmar su intensa experiencia amorosa, que agudiza en “Cantos de la mañana” de 1910, y en “En los cálices vacíos” de 1913.

El resto de sus obras se publicaron luego de su muerte. “El rosario de Eros” y “Los astros del abismo”, ambas de 1924. En 1969, se conoció “Correspondencia íntima”.

Una vida breve, intensa y dramática…una obra sublime que trascendió su existencia.


--------------------------------------------------------------------

Boceto Inconcluso

A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio,
-un silencio agudo y profundo como el acecho
de un sonido insólito y misterioso-
siento como si su alma y la mía corrieran lejanamente,
por yo no sé qué tierras nunca vistas,
en un raudal potente y rumoroso...

----------------------------------------------------------------------------------------


Intima

Yo te diré los sueños de mi vida
en lo más hondo de la noche azul...
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
sobre tus hombros pesará mi cruz.

Las cumbres de la vida son tan solas,
¡tan solas y tan frías! Yo encerré
mis ansias en mi misma, y toda entera
como una torre de marfil me alcé.

Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
ella es capaz de penetrar en mí.
En el silencio hay vértigos de abismos:
yo vacilaba, me sostengo en ti.

Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
puras y frescas la verdad; yo sé
que está en el fondo magno de tu pecho
el manantial que vencerá mi sed.

Y sé que en nuestras vidas se produjo
el milagro inefable del reflejo...
En el silencio de la noche mi alma
llega a la tuya como un gran espejo.

¡Imagina el amor que habré soñado
en la tumba glacial de mi silencio!
Más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.

Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú sabes que si pesan, si consumen
alma y sueños de olimpo en carne humana.

Y cuando frente al alma que sentía
poco el azur para bañar sus alas
como un gran horizonte aurisolado
o una playa de luz, se abrió tu alma:

¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante
el imposible! ¡La ilusión vivida!
Bendije a dios, al sol, la flor, el aire
¡la vida toda porque tu eras vida!

Si con angustia yo compre esta dicha,
¡bendito el llanto que manchó mis ojos!

¡Todas las llagas del pasado ríen
al sol naciente por sus labios rojos!

¡Ah! tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
a través de la noche florecida;
acá lo humano asusta, acá se oye,
se ve, se siente sin cesar la vida.

Vamos más lejos en la noche, vamos
donde ni un eco repercuta en mí,
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario